miércoles, 27 de agosto de 2008

Los Viajes de Koki Zelaya - Peru


MISIÓN POR LOS ANDES CENTRALES DEL PERÚ

Estimados Amigos.


El trabajo fotográfico del 26 de julio, fue, tal vez, el más agotador de todos los realizados. El día se prestaba para nuestros intereses, y no hubo ninguna duda de que debíamos de aprovechar aquella oportunidad. Desde días antes cuadrábamos detalles en relación a qué hacer en nuestro largo peregrinar por el valle del Rímac, así como parte de los Andes de la región Junín, más precisamente hacia el famoso cruce de Cut-Off, paso a nivel del ferrocarril con la carretera central, ya en la provincia de Yauli y muy cerca de la capital metalúrgica del Perú: La Oroya.


Si alguna experiencia hemos conseguido en estas 3 salidas, quiere decir de que cada vez nos vamos perfeccionando en nuestras fantásticas tomas, dignas de ser puestas en exhibición y como sucederá por estos días. Casi nada se nos ha escapado y eso dice a las claras de nuestro conocimiento y nuestro arrojo para enfrentar ciertos retos que a veces se presentan en el mismo lugar de los hechos.


Aquel 26 de julio -como decía-, era el famoso feriado largo por Fiestas Patrias en el Perú, por la celebración de la Independencia, el 28 de julio. Muy de madrugada había que salir y envalentonarse asimismo hacia esa nueva expedición y que a decir de los resultados, fue ’increíblemente’ la mejor de todas. La excelencia de esta nueva experiencia fotográfica es que, esta vez, se actuó sin ningún libreto. Lo espontáneo salió a pedir de boca y, el haber acrecentado en 3.000 nuestra gran colección de fotos del tren a Huancayo, nos da a pensar que nuestra colección es inigualable e incomparable con alguna otra y queda muy claro que el trabajo efectuado es 100% profesional.


Nuevamente y por tercera vez consecutiva, nos acompañaba nuestro amigo Humberto, el rey de las curvas y un profesional muy curtido en estas lides automovilísticas, quien dicho sea de paso, aquel sábado se convertiría como un fino torero, aquel que brilla en las tardes de toros en la bicentenaria plaza de Acho y así fue. Realmente espectacular su manejo, que por un momento parecíamos estar en las graderías de aquel coso rimense y ‘toreaba’ cada procesión de carros, buses, camiones, etc., dicho sea de paso, vehículos que nos demoraban a nuestro encuentro con el tren. La carretera central estaba congestionada por los días festivos y necesitábamos llegar a los puntos precisos y posicionarnos en los lugares estratégicos y que estimábamos convenientes.


Esta vez, nuestro trabajo empezaría en el distrito de Ate, en la estación de Santa Clara, km 29 del Ferrocarril Central y en donde se erige un coche de pasajeros y que hace años cubría la ruta Lima-Huancayo y que hoy cumple funciones de oficina. Por cuestiones de un ‘embotellamiento’ carretero, decidimos trasladarnos 5 km arriba, muy cerca de Huaycán y allí ya nos esperaba Humberto envuelto de una pasmosa tranquilidad y poniendo a punto a su ya famoso “Mac 5” , a no dudar una camioneta que se ha convertido como la engreída de estas 3 hazañas y que es muy conocida por los trabajadores que laboran a bordo del tren.

Más o menos al promediar las 07:50 a.m., hacía su paso el tren a Huancayo, que había partido a las 07:00 a.m. desde la estación de Desamparados, que muy pronto también cumplirá sus 100 años de vida. Este fue nuestro primer encuentro con el tren y eso nos lleno de júbilo, empezábamos con el pie derecho y de allí vendrían otros encuentros y que después se convertirían en una incansable vorágine.


Terminó ese primer paso y había que trasladarnos hacia Ñana, un poblado muy cerca de Chosica. En una curva muy cerrada había que aprovechar unas fotos más. Ya hacía su aparición una frondosa vegetación, síntoma inequívoco de que la ecología está por delante de todo. Luego, aprovecharíamos la coyuntura del puente “Los Àngeles’ (de la carretera), ya en el límite distrital entre Chaclacayo y Chosica, José Luis en un lado del puente y yo en la esquina opuesta actuábamos con repetidos flashes; mientras tanto, Humberto, aprovecharía de poner a punto a su bólido en un gasocentro y a unos 500 m debajo de nuestro punto de referencia. Había que correr y apresurarnos. La carretera se estaba cargando de tráfico y era cuestión de embalar, porque los segundos valían oro.

Minutos después y ‘a todo tren’ llegábamos a esa garganta en que está enclavada Chosica, Humberto, fiel a su estilo y conocedor de su zona (vive en Chosica), logra cortar camino y eso nos ayuda en salir del lento transcurrir de los carros que se dirigían hacia el centro de la ciudad. Dicho y hecho, en un abrir y cerrar de ojos, casi, casi, nos elevaríamos en altitud y llegaríamos a un punto de la carretera y ubicado en el distrito de Ricardo Palma, ya en la provincia de Huarochirí. El sol ya brillaba con todo su esplendor y el clima seco de la zona contrastaba con la cruel contaminación que habíamos experimentado kilómetros atrás en nuestro encuentro por el distrito de Ate (estación de Santa Clara). Minutos más minutos menos nos tranquilizábamos, puesto que, todo estaba saliendo a la perfección. El clima ayudaba más a la consecución de nuestros objetivos. Era un día de gloria y así fue. De pronto el silencio ‘pasajero’ se ve roto por el estruendo –a la lejanía- que causa el pito de la potente máquina No. 1011, que iba comandada por un inolvidable amigo de la empresa, una carismática persona y tan versada en la materia como lo es Humberto.


El maquinista saca el brazo por la ventanilla como una muestra de saludo hacia nosotros y así sería hasta nuestro último encuentro con el tren, allá por el km 206, en Cut-Off, un paraje ubicado a 16 km de La Oroya. Esta vez, el tren, va muy cargado y eso se nota por el polvo que levanta a su veloz paso, además, por la época de estiaje en que se encuentra la sierra central del Perú y así será por toda la ruta, salvo cuando se esté por inmediaciones del famoso paso cordillerano de Ticlio, situado al borde del monte Meiggs y bordeando los 5.000 msnm.


De inmediato, poco a poco iríamos acrecentando nuestro temor ante el incremento de la masa vehicular por la carretera central, por lo que obviamos puntos y que serían aprovechados para otra futura oportunidad. Llegamos al peaje de Corcona y más o menos le habíamos sacado un gran trecho de distancia al tren. Era peligroso parar, puesto que, detrás de nosotros, venían camiones con carga pesada y que nos imposibilitarían metros adelante, llegar a nuestros puntos de destino con la anticipación debida.


No pararíamos hasta llegar al “Carrión”, el puente que salva la profunda quebrada de Verrugas. No era el 28 de marzo ni tampoco el 1 de mayo, el sol era más abrasador. Había que nuevamente trepar por un sendero polvoriento, para llegar a la mismísima estructura del puente; dicho sea de paso, camino muy empinado y hecho solo para personas con absoluta capacidad física y así ocurrió. Luego de unos 15 minutos, llegaríamos a la vía férrea, no sin antes cruzarme con algunos pobladores de los alrededores y que no sé cómo viven por allí. Desde aquel punto hacia el puente medía una distancia aproximada de 150 m . La sequedad de la zona era terrible, muy contrastante con la experiencia del 28 de marzo, cuando todavía habían ciertas gotas de lluvia y todo era un verdor indescriptible; hoy, todo es color amarillo y hasta que aparezcan las primeras lluvias de septiembre.


Cruzo al otro extremo del puente y por un momento me sumergía de un profundo éxtasis al cruzarlo y en sus 218 m de extensión. El alma se me venía al cuerpo y no era para menos. El puente fue instalado en 1937 y sus constructores lo armaron al mejor número circense, atados de cuerdas y qué otros artificios más. De pronto, desenfundo una bandera de un club famoso del Uruguay, el Peñarol, un club creado por ferroviarios Ingleses casi al empezar el siglo XX y cumplí con aquel honroso encargo de llevar esa bandera hacia uno de los puntos principales del trayecto ferroviario hacia Huancayo. Así cumplía con un pedido expreso de mi amigo Julio Ramos, quien reside en Montevideo y que también está ligado a los rieles.


Minutos después y según mi experiencia ferroviaria, mis cálculos decían que el tren pasaría por ese viaducto a las 09:52 a.m., contrastando con lo que decía José Luis; pero casi me ‘liga’ cuando 3 minutos después recién aparecía la silueta de la locomotora y no quedaba más que retratar a como dé lugar aquel importante paso y que de veras, las postales son dignas de ponerlas en un marco de oro y sin agregarle algún cambio en su originalidad.


Luego de ese mayúsculo esfuerzo, había que bajar raudamente. La bajada ya no es tan pesada y demoraríamos no más de 8 minutos con un trote endemoniado y que había que poner freno de emergencia, mientras José Luis parecía rodar debido a su voluminosidad corporal. Ya Humberto nos esperaba con el motor encendido y decidido a dar alcance al tren y que nos sacaría ventaja, puesto que la carretera seguía cargada de tránsito pesado.


Por Surco, distrito de Huarochirí y a 2.034 msnm, veíamos a lo lejos la cola serpenteante del convoy. Estábamos a punto de darle alcance y lo logramos gracias a la pericia de Humberto. Con las justas arribábamos a la boca del túnel Balta, el más largo de la ruta y a esperar su zigzagueo dentro de su interior y que tiene forma de espiral, obra realizada por profesionales peruanos entre 1984 y 1985. La trepada del tren es incansable y no se rendirá ante cualquier circunstancia, logrando ganar altura a costa de aquel sacrificio que realizaran aquellos hombres que construyeran el Ferrocarril Central del Perú.


Dos kilómetros más arriba, vendría el puente Challape, km 99 y también se constituiría como una sugestiva posición para el trabajo fotográfico. La Canon , mi cámara, se seguía comportando a las mil maravillas, como igualmente sucedía con la de José Luis.


No pararíamos en Matucana, capital de la provincia de Huarochirí; el tren, estaría en aquella estación por breves minutos por lo que decidimos ir kilómetros más arriba, en donde se ubica el anexo de Ccacachaqui y en el mismo lugar en donde siempre nos aprovisionamos de ciertos comestibles. En esa tienda se aprovecha para cargar baterías; de pronto, se deja ver la autovía, pequeño vehículo que cuida la seguridad del tren y que se adelanta a un promedio de 5 minutos. Unas fotos más del recuerdo y había que partir rumbo a nuestro próximo punto, el zigzag de Viso, no sin antes sufrir un pequeño atraso en nuestro lento divagar. De pronto, Humberto, saca esa varita mágica de la que están nutridas sus manos y que nos salva ‘milagrosamente’ de ese entrampamiento carretero. Fotos por doquier en ese primer zigzag y había que aprovecharlo: Llegando el tren al zigzag, así como también en su posterior retroceso, como una de las mejores técnicas ferroviarias para ganar la altitud debida.


De allí en delante, vendría algo más de riesgo: El puente Chaupichaca. Es otro símbolo más del trayecto y que ni las huestes terroristas pudieron derribarlo, así y todo, pudo resistir la insanía terrorista y que hoy luce orgulloso ante sus casi 100 años de instalación y que se cumplirán el próximo año. Humberto nos deseaba suerte; mientras tanto José Luis y yo tomaríamos rumbos diferentes. Aquí solo se necesita riesgo e ingenio para acometer nuestro arrojo, porque casi caminos no hay, sino algunas huellas por donde solo cabe un pie y en otras por minutos convertirse en magos. Había que pisar bien para no sufrir algún percance, necesitábamos la ayuda de aquella famosa alfombra mágica y que nos llevara hacia la felicidad.


En esta zona predomina una flora increíble y de varios colores y que hacen alimentar de energía mi trajinar hacia la cima del Chaupichaca. Con mucho cuidado logro llegar a ese puente que mancha de amarrillo aquel paisaje ferroviario-carretero y, por fin lo lograba, lo que no llegué a alcanzar en la anterior oportunidad y por cosas de la vida. Tiempo para tomar fotos desde diversos ángulos del puente y no perdí la oportunidad. Pensaba encontrar a José Luis por allí y nunca llegó. Lo empecé a llamar, pero de seguro el pobre estaría a medio camino y exhausto de cansancio. Jamás respondió a mi llamado. Le tocó bailar esta vez con la más ‘fea’.


La soledad de aquel paraje altoandino se hacía notoria, estoy solo y aprovecho para recorrer la ruta hacia un túnel próximo al puente. De un momento a otro, pasa la autovía y sus tripulantes se contagian de lo mismo: alegría y saludos. Saben que están siendo filmados para la posteridad. El letrero que menciona al puente esta un tanto olvidado, tal vez, por el paso del tiempo y habría que poner más recelo en el cuidado del mismo. Para qué, la maravilla del ferrocarril es apasionante y, así es cuando se logra aproximar el tren, luego de una curva y saliendo de un túnel. Con sus potentes luces prendidas la locomotora brilla como el sofocante astro rey y que no hacen más que saludar mi ocasional presencia y con los típicos pitos de la máquina, acrecienta mis esperanzas que estamos frente a una inolvidable experiencia ferroviaria; y no cabe duda, nuevamente los pasajeros del coche observatorio se quedan anonadados de mi presencia. Estoy segurísimo que en muchas de sus postales mi aparición -casi fantasmal- les traiga uno y mil recuerdos imperecederos.


Enseguida, había que bajar con mucha cautela, puesto que el terreno no es muy seguro que digamos, aunque ya mi memoria sería mi leal guía para estos avatares sobre los Andes centrales del Perú, y que cada vez llegan a más países, el último, Singapur, en donde se encuentra mi amiga del alma Lydia Echeverría. Además de contar con cerca de 1.000 contactos a través de la Internet y que solo se llegan a enterar de mi veraz relato, de que todavía el tren a Huancayo se resiste a morir a sus ya próximos 100 años de servicios. José Luis, a pesar de que no está en forma, cumplió su cometido, aunque le caerían muy bien unas sesiones en el gimnasio y como para dejar unos ‘kilitos’ que los tiene de más.


Nuestro siguiente punto era el zigzag de Tamboraque, dichoso lugar en donde el tren tiene que partirse en 2, sino no podría retroceder hacia sus alturas. Luego del profesional trabajo del maquinista, 12 minutos después el tren enfilaría retrocediendo, perdiéndose en la lejanía y queriéndole ganar al tiempo.


Desde este punto no pararíamos hasta el “Infiernillo”, el famoso puente naranja del ferrocarril y que es conocido como un alarde de la ingeniería ferroviaria mundial, cuando hoy ya no se hace nada y por esas cosas increíbles de nuestros sucesivos gobiernos. Si Balta, Meiggs y Malinowski lo hicieron allá por el lejano año de 1870, por qué Belaunde, Morales Bermúdez, García, Fujimori o Toledo no hicieron algo en pro de tender o de hacer realidad muchos proyectos ferroviarios que hoy duermen el sueño de los justos. A pesar de los graves accidentes carreteros que hoy se suceden en nuestras pistas y que no tienen cuándo acabar, nuestras autoridades no entienden y ven como su principales minas, la construcción de carreteras y que ellas representan en un futuro un gasto inútil para el exiguo erario nacional, en oposición de lo que representaría la construcción de un moderno ferrocarril.


Prosiguiendo con mi relato, un viento helado comienza a soplar y eso ya es común a estas alturas, cuando ya estamos por sobre los 3.300 msnm. Como en la anterior oportunidad, no había más remedio que aprovechar de los favorables ángulos y que se prestan para la fotografía en el conocido cañón del “Infiernillo”. Pronto ya venía la autovía, aquella mensajera que anunciaba la pronta visita del convoy. Cinco minutos después aparecía –a lo lejos- la nariz de la máquina, horadando cuanto túnel se le haga al frente. Esta vez, la locomotora es de una potencia tremenda y que hace salpicar de un pequeño temblor aquel cañón que guarda una y mil historias. El puente es pequeño y contrastaba con la longitud del tren y así fue; mientras tanto, varios pasajeros del último coche no dejaban de tomar cualquier atractivo del puente y que lo harán más famoso cuando llegaran a sus países de origen.


Tanto la subida como la bajada de ese puente es más accesible que en los otros. Mi sorpresa fue mayúscula cuando numerosos carros se habían estacionado a ambos lados de la carretera y para ver in situ el paso del tren, sin saber que yo había estado frente a ese vértigo que se llaman los rieles, en el mismo lugar de los acontecimientos y rozando el riesgo con la pasión.


Prontamente partimos. La hora ya avanzaba. Estamos por Río Blanco km 135 del Ferrocarril Central, un paradisíaco lugar y muy propenso para los deportes de aventura. Eran las 13:00 horas de aquel día y desde ese punto, se piensa construir el tan mentado “Túnel Trasandino” y que todavía continúa en proyecto. Con su construcción se disminuirían como unas 2 ó 3 horas el viaje por tren a Huancayo, aunque se perdería el recorrido con la más alta gradiente de la ruta y que para el turista significa oro de verdad por la serie de atractivos que se dejarían de ver. Haciendo un cálculo aproximado el viaje demoraría alrededor de unas 8 a 9 horas, pero no las 3 ½ horas que se dicen por allí.


En aquel punto nos dividiríamos, José Luis y Humberto se dirigirían hacia una altura pronunciada de la carretera, y desde allí, tomarían varias panorámicas del tren a su paso por el Puente Anche, para posteriormente, regresar a Río Blanco para retratar estación, puente, túnel y río y todo salió a pedir de boca, a decir por las fotos; entre tanto, yo me encontraba ya posicionado en un buen ángulo y para poder captar sugestivas postales y en contados segundos del paso del tren sobre el puente “Copa”, km 136 del ferrocarril.


Nuestra próxima visita era el paso a nivel de Chicla, en donde logro encontrar a mi amigo Roberto Sotero quien cortésmente me saluda a lo lejos. El tren está a punto de cruzar la carretera y él (Sotero) con su compañero de la empresa, hacen un buen trabajo de cerrar el tránsito a ambos lados de la pista. A la carrera, he embalado hacia el lado opuesto, no sin antes cruzar el pequeño puente ferroviario que salva las aguas de un manso río Rímac. Ya rozábamos los 3.700 msnm y los picachos de los nevados ya se dejan apreciar, lo que nos dice que estamos a pocos minutos de llegar a la cima, a las altas cumbres en donde solo llegan los más preparados en estas lides ferroviarias.


Minutos después vendría un punto aparente como para la fotografía, la entrada al yacimiento de Casapalca y por sobre los 4.000 msnm, momento oportuno en que refrescamos la garganta con unas agradables ‘latitas’ y eran un lógico premio a nuestro esfuerzo y tesón de seguir en la brega, en esta nueva edición de “¡¡¡PERSIGUIENDO AL TREN, versión3!!!”


Culminando ya toda esta ‘serpenteante’ travesía, llegamos hacia el último paso a nivel del ferrocarril con la carretera y que se ubica en el lado occidental de los Andes. Chinchán se denomina a aquel paso y restan solo instantes para que haga su aparición la mole ferroviaria; así es, Sotero y su ayudante nuevamente cierran ambos pasos de la carretera y el tren pasa como un cometa, aprestándose a vencer la última y agreste subida de la ruta.


Mientras tanto, nos dirigimos hacia Anticona, lugar en donde se encontraba situado el otrora punto ferroviario y que era el más alto del mundo en su época y hasta que fuera levantado el ramal Ticlio-Morococha, así como también cuando se inauguró el F.C. al Tíbet, hoy el más alto del mundo.


Desde allí, era lógico que algo más se podría desarrollar y así sucedió. Ahora, ya no es fácil enrumbar hacia la pétrea figura del túnel “Galera”, porque esa zona está consignada a una empresa minera. Pero para todo hay solución, así que decidimos ir por el terraplén del desaparecido ramal y bajar en un lapso de 20 minutos unos 2 km y a más de 4.800 msnm, tiempo que resultó increíble a pesar de las inclemencias del clima. Siendo aproximadamente las 3:30 p.m., a lo lejos divisamos el tren, síntoma inequívoco de que una vez más vencía a los inaccesibles Andes y como siempre sucede. Hemos bajado de altitud, alrededor de unos 60 m desde Anticona hasta Ticlio y por lo sucedido, el alma de deportista ayuda ‘muchísimo’ en estos menesteres y es como prepararse con la debida anticipación, a esa clásica competencia pedestre de Nike ( 10 km ) del 31 del presente mes y así será.


Nos colocamos en sitios estratégicos, enfrente a la derruida estación de Ticlio (todavía considerada Monumento Histórico por el I.N.C.) y que hoy solo sirve como punto de referencia. Ya no es la misma de la de antes y su silencio -casi- sepulcral, guarda dignos recuerdos y testimonios que jamás podrán olvidar aquellos ferroviarios que dieron su vida y alma por la existencia del Ferrocarril Central. Esa estación pudo servir como albergue para excursionistas por tren y que gustan de deportes de aventura, muy de boga por aquellas altitudes. Tal vez, sería un gran proyecto para el futuro, el poder reconstruir aquella estación y utilizarla para fines netamente turísticos y como debió de ser desde un principio. Solo faltó audacia y buenas ideas para acometer con fuerza aquella posibilidad.


Sin más preámbulo que decir, el tren se pierde entre la oscuridad y el discurrir de las filtraciones del túnel “Galera”, el segundo más largo del ferrocarril ( 1.177 m ). Al fin y al cabo, tarea cumplida y ahora había que poner las barbas en remojo, porque ya empezaba a caer una tímida lluvia y que después se convertiría en una feroz granizada, de aquellas y que parecen caer como cocachos de verdad, y “A Cocachos Aprendí” como decían aquellas famosas décimas del recordado canta autor nacional Nicomedes Santa Cruz.


Nuestro ascenso se tornaba dificultoso, lógicamente porque todavía el balasto queda en el terraplén y eso complotaba frente a nuestra aguerrida marcha. Hay tiempo como para jugar con algo de nieve que todavía sobrevive; mientras tanto, comienzo a filmar los vestigios que nos dejara aquel ramal férreo. Fueron 2 km de caminata infernales, y quien más sufrió fue mi compañero José Luis. Al pobre “Zorro de los Rieles” le hacía falta oxígeno y ni la Cruz Roja Internacional lo hubiera salvado de algún repentino percance. Se le veía con los ojos fuera de órbita, pálido y como diciendo que hasta aquí llego nomás!!! Hemos arribado exhaustos adonde Humberto, experiencia que será inolvidable para nosotros y por una serie de razones.

Un día para siempre recordar estaba llegando a su epílogo. La bajada de Anticona con dirección a Huancayo se torna peligrosa. La granizada y la lluvia se tornan incontenibles y eso lo sabía Humberto. Había que conducir a José Luis a su punto de destino y así fue. Lo dejamos en su último paradero y para que se embarcara a su querido Huancayo. De regreso a Chosica, nos tomarían unas 2 horas y media, no sin antes pasar una y mil procesiones de octubre por la carretera, quien ya no da más, su colapso está a la vuelta de la esquina; y así como ocurre en la feria taurina de octubre del “Señor de los Milagros”, esa nueva expedición estaba llegando a su fin, ‘imaginariamente’ los jueces de una tarde taurina en Acho, nos otorgarían Orejas para Koki, Rabo para José Luis y Pata para Humberto, un trío de polendas y ¡¡¡olé!!!


“A lo largo de este año y a comienzos del otro, tanto en Lima, en Huancayo, así como en otras ciudades del Perú, se podrán apreciar las fotos más bellas que hemos retratado a lo largo de nuestras 3 salidas, en exposiciones abiertas al público y como una forma de rescatar lo nuestro, lo que es de todos nosotros, “EL FERROCARRIL CENTRAL DEL PERÚ” y en su tradicional tren Lima-Huancayo, ad portas de cumplir 100 años de servicios al Perú y a todo el mundo turístico, el próximo 24 de septiembre.


Esta presente crónica va dedicada a una de las joyas vivientes del Ferrocarril Central del Perú, me refiero a Trevor Stephenson, antiguo ejecutivo de la Peruvian Corporation Ltd, y que muy pronto estará visitándonos (reside en Londres), para presentar su libro referido a ferrocarriles del Perú.


Esta fue una de mis tantas crónicas y fiel a mi estilo, continúo con lo que me gusta. ‘La vida nos dice que para llegar a la excelencia se necesita de un cúmulo de experiencia, pero cuando una pasión nace con una persona, solo resta decir: ¡¡¡En el tren la vida es más sabrosa!!!”


Koki Zelaya

“EL HOMBRE TREN”

Puente “Copa”.

Puente “Chaupichaca”; 100 metros abajo, Humberto y su bólido rojo.

Puente “Challape”.

Zigzag de Viso Abajo. El tren arriba al zigzag; luego, retrocede.

Tren por el puente “Los Àngeles”; después por Ricardo Palma.


El “Hombre Tren” en el túnel “Galera” (4.758 msnm); tren a punto de ingresar al “Galera”.


El tren como una serpiente de colores, antes de Casapalca; la otra, paso a nivel por Chinchán.


Tren camino al “Anche”; la otra, panorámica del puente “Anche”.


Tren por Río Blanco, estación, puente, río y túnel.


José Luis en el túnel “Galera”; la otra, el tren antes de arribar a Ticlio.


Una flora maravillosa acompaña diversos tramos de la ruta: Puentes “Chaupichaca” y Carrión”.


Puente el “Infiernillo”.


Koki Zelaya sobre “El Infiernillo”; y en el “Carrión”, con la bandera del Peñarol.


Con señales ferroviarias, como un anticipo a los 100 Años; Humberto por Casapalca.


Terraplenes del desaparecido ramal Ticlio-Morococha.

Todas las Fotos son © Koki Zelaya


Desde Lima-Perú

Copyright © 2008

Cel: 9881-13463

Msn: sobrerieles2006@hotmail.com


“Felices 100 Años Tren Lima-Huancayo”



1 comentario:

ROGER dijo...

QUISIERA PODER TENER EL PRIVILEGIO DE VIAJAR EN EL FERROCARRIL DEL CENTRO LOHICE DE MUYPEQUEÑO EN EL DEL SUR AHORA ES CREO SOLO PARA TURISTAS EXTRANJEROS, BUENO SOLOFELICITACIONES SR KOKI ZELAYA GRACIAS POR ESAS FOTOS BUENISIMAS